domingo, 18 de enero de 2009

El viaje a la India


El pasado mes de diciembre estuve de viaje por la India. Fueron 18 días, muy pocos en un país inmenso, inmenso tanto por tamaño como por su deficientes carreteras y servicio de transporte público. La frase más oída durante ese periodo fue "en India todo es posible, especialmente lo imposible". Aunque mi viaje estaba bastante estructurado y tenía la agenda cerrada pude comprobarlo. A la vuelta me quedan un puñado de buenos recuerdos, alguna que otra foto y el deseo de volver, esta vez durante más tiempo y más libre, poder vagar y no tener la obligación de llegar a ningún lugar.

Uno de los libros que me acompañó fue Oriente y Occidente un libro epistolar de R. Tagore. Transcribo a continuación una de sus cartas:

Calcuta, 11 de julio de 1915

Los hombres conscientes son los que confortan; viven dentro de los límites de sus deberes, y, en consecuencia, gozan de su parte correspondiete de ociosidad. Pero yo esquivo mis deberes para crear trabajos que devoran todo el tiempo de que dispongo; y después abandono éstos de improviso y procuro escabullirme con indolencia redomada.
Estaré navegando por el Padma antes de terminar la próxima semana y echaré en olvido la idea de que mi presencia en el Consejo de la Creación es imperiosamente necesaria para el mejoramiento de la humanidad. Soy un nómada de nacimiento -como estoy seguro de que usted también lo es-, y mi trabajo no ha de hacerse entre rejas, si es que hade ser obra mía. Pero la absoluta libertad en el trabajo no puede existir más que en sus comienzos. Por consiguiente, mi deber es poner en movimiento cosas y después abandonarlas. Como no las abandone y no las tenga a distancia, no puedo contribuir a que mantengan su carácter ideal. Pero ahora la fatiga de mi cuerpo y del cerebro me impele a la soledad. La clase de trabajo que yo puedo hacer en un proyecto particular requiere la viveza mental más que perseverancia. De aquí la necesidad de una interrupción antes de reanudar mis deberes.
Fácilmente colijo la tensión dolorosa que está usted experimentando por las injusticias del mundo, y especialmente las cometidas entre las razas más débiles de la humanidad, oprimidas por la fuerza. Los errores humanos no son lastimosos, son terribles. Los que están en el poder olvidan cada día que han de ser justos por consideración a su mismo poder. Cuando la apelación a Dios procede de los débiles y de los humildes, aparece entonces el peligro en toda su amplitud para los que están en el poder; porque entonces son capaces éstos de pensar que pueden desatenderla con impunidad, especialmente por poco que fracasen sus buenos oficios de arreglo. Tienen más fe en su sistema despreciable y en sus prestigio que en la previsión moral.
En la India, en cuanto las clases superiores se han impuesto sobre las inferiores, han olvidado su propio cautiverio. Europa ha seguido cuidadosamente a la India brahmánica cuando, al dirigir sus miradas hacia Asia y África, las ha considerado como campos legítimos de explotación. El problema se simplificaría si Europa pudiera despojar para siempre a la India de otros elementos de su población; pero mientras existan razas extrañas, será muy difícil que realice su responsabilidad moral con respecto a ellas. El problema más grave consiste en alucinarse pensando que auxilia a la causa de la humanidad cuando se auxilia a sí misma, que los hombres son esencialmente diferentes y que lo que es bueno para su pueblo no lo es para los demás a causa de su inferioridad.
Así es como Europa ha de perder gradual e imperceptiblemente sus propios ideales y debilitar sus apoyos morales.
Pero no debo continuar urdiendo perogrulladas, y por nuestra parte he de reconocer imparcialmente el hecho cierto de que la debilidad es nefanda, por ser una amenaza para el fuerte y la causa más segura de decadencia tanto para los extraños como para los propios. Es un deber moral de toda raza el cultivar la energía, así como el de ser capaz de mantener en el fiel la balanza del poder en el mundo. Le hacemos un flaco servicio a Inglaterra permitiéndole que nos desprecie y, sin embargo, nos gobierne; que no sienta la menor simpatía por nosotros y, sin embargo, nos juzgue.
¿Comprenderá alguna vez Europa la génesis de la guerra actual y se hará cargo de que la causa verdadera estriba en el escepticismo, día a día en aumento, respecto de sus propios ideales..., aquellos ideales que han contribuido a hacerla grande? Parece habérsele consumido el aceite con que en otro tiempo encendió su lámpara. Ahora siente recelo contra ese aceite, como si no fuera absolutamente necesario para su luz.


Algunas fotos:






2 comentarios:

Unknown dijo...

no puedo escribir nada, excepto GRACIAS.

Kostas Vidas, poeta de cantina dijo...

Sabía que Tagore te haría provecho. Es un libro de cabecera. Como me dijo una vez una nómada de la danza: !It's all about respect, man¡
¿Para cuándo el lamento de la laguna?
Un abrazo desde tierras kostavidenses.