domingo, 15 de febrero de 2009

Blogomemorias de África.


Ya he vuelto de mis nueve días por Sierra Leona. Éste pequeño país ubicado en la costa oeste de África cuenta con unos seis millones de habitantes y encabeza la lista que enumera los países más pobres del planeta. En Sierra Leona no hay leones sino unos pequeños animales mucho más peligrosos, los Anopheles, unos pequeños insectos que transmiten la malaria. Los occidentales estamos expuestos a contraerla pero nuestro poder adquisitivo nos permite pagarnos el tratamiento, muchos serraleonenses no pueden acceder a la medicación necesaria.

Sierra Leona vive en paz desde 2002 tras una cruenta guerra civil que duró 10 años. Antes de mi partida algunos allegados pensaban que la guerra continuaba. Esta contienda se convirtió en un estigma para el país. Durante la década que duró el conflicto los periódicos nos contaban las tropelías que allí se cometían, principalmente amputaciones a machetazos a la población civil y el reclutamiento de niños soldado a los que se obligaba a matar a sus familiares y a quienes se drogaba con crack para convertirlos en adictos dispuestos a todo. Estas secuelas están presentes en la calle, me llamó la atención un chico que mendigaba en el centro de Freetown y cuyos brazos terminaban en un muñón a cuatro dedos de sus hombros. No era el único, abunda la gente manca y coja. Tras la firma de la paz, los periódicos dejaron de interesarse. Ante semejante descripción uno espera encontrar tristeza, desidia y rencor a cada paso. Me sorprendió el buen sentido del humor que ofrecían los sierraleonenses, tal vez un escudo con el que evitar echar la vista atrás y poder reponerse del duro golpe que supuso el conflicto. Sierra Leona es un país pobre pero paradójicamente cuenta con importantes minas de diamantes en su territorio. Estas minas son su condena como el coltán lo es para la República Democrática del Congo.

Otra de las paradojas del país es la foto que abre esta entrada. Está tomada en Masanga, un pequeño poblado en la región de Tonkolili en el interior de la selva. A este lugar se llega a través de pistas de tierra -las carreteras son escasas- que se vuelven casi impracticables en la época de lluvias que va desde abril a noviembre. Allí no hay agua corriente, sus habitantes se abastecen de los pozos y los ríos, agua sin depurar que muchas veces provoca diarreas que llega a causar la muerte de niños y ancianos. Sí, una diarrea que parece algo insignificante acaba con sus vidas. Tampoco había electricidad, dónde yo me alojaba contábamos con tres horas de electricidad gracias a la existencia de un generador. A pesar de todas estas carencias, esta amiga estaba conectada a Internet lo que despertó el interés de algunos niños.

Espero que pronto el país se recupere y pueda contar con una sanidad y educación en condiciones. Hay gente con ganas de lograrlo pero evidentemente necesitan el apoyo de las autoridades y donde hay pobreza hay corrupción (sí, en los países ricos también pero la pobreza ofrece condiciones para que esa lacra se extienda más fácilmente). Un ejemplo: me contó un policía de Naciones Unidas que en estos momentos Sierra Leona es el principal almacén de la cocaína que llega a Europa y que un policía del país gana 40 dolares (no sé si al mes o a la semana, ¿qué más da?), con ese sueldo es muy fácil conseguir que haga la vista gorda.

Un sector que tiene muchas posibilidades de convertirse en la principal entrada de divisas es el turismo. A continuación cuelgo algunas fotos de sus playas y de la gente que me encontré en el camino.















2 comentarios:

El intruso cuentacuentos dijo...

Siempre me sorprende de este tipo de fotos, lo curioso que resulta que gente que no tiene casi nada, esté todo el día riendo, y nosotros que tenemos casi de todo, nos pasemos el día refunfuñados... (Perdón por la evidencia)

PD:¡Joder, que playas!

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Me pongo a pensar que una experiencia así le cambia la perspectiva de la vida a uno(a), o sino, se reafirman ciertos principios. Tal vez deberíamos aprender de ellos a reírnos de nuestros problemas que son mucho menores, pero no perder nunca la capacidad de indignación ante la injusticia a la que se somete a los pobres...